Arquitecturas egoístas

El miércoles 18 de enero doy una charla a los alumnos de Diseño de interiores que titulo Architetture egoistiche. En ella, les hablo de algunos aspectos que tienen que ver con la «tiranía del diseño». Decido dividir la charla en dos partes, hablo por un lado del “arquitecto egoísta”, es decir, del diseñador que impone su criterio sobre el deseo del cliente como ya tratara Adolf  Loos en su artículo “De un pobre hombre rico” (en el describía de la infelicidad del usuario que tenía que pedir consejo a su arquitecto para realizar cualquier cambio en su casa, incluso la indumentaria que debía usar para que armonizara con el diseño de su vivienda). Por otro lado, hablaba de los usuarios egoístas, de aquellos que como el escritor Thomas Bernhard quería vivir en soledad en 4 casas diseñadas y rehabilitadas por él mismo.  Y comparaba a este escritor austríaco con el italiano Curzio Malaparte que construye su propia casa con la intención de que fuera una casa “como él” (una casa comme me, decía Malaparte).

Casas para usuarios egoístas a la manera en que el arquitecto alemán Mies van der Rohe ideaba su proyecto ideal de Casas patio, casas para solteros intelectuales que necesitaban de cuando en cuando retirarse del mundo. Casas, también, para usuarios algo caprichosos que usaban las habitaciones para un uso exclusivo o desligado de la nomenclatura a la que estamos acostumbrados (un dormitorio es el lugar donde se duerme, un comedor el lugar donde se come, etc.) como proponía en su libro Especies de espacios George Perec. Una habitación donde montar en bicicleta en un interior, como prefería Bernhard, o en la terraza al sole, como hacía Malaparte. Aquella misma terraza donde se bronceaba Brigit Bardot en la película Le mephris dirigida por Godard.

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